Reflexiones de un Gachupín

Que dijeron: Y PJ??? Ps aquí está! Desde Bajo el Signo de Libra
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La Diosa Madre Coatlicue, Diosa de la vida y la muerte Azteca

México tal y como yo lo veo es el producto real y tangible de la fusión del mestizaje, la fusión de dos culturas cargadas de un fuerte sentido religioso, la cultura española y la indígena, las cuales mezclaron ritos creencias y leyendas para dar vida a este tapiz multicolor y espectacular que es el México actual. Un sincretismo que comenzará con el levantamiento de esos imponentes templos levantados por los franciscanos, dominicos y agustinos llegados a la entonces Nueva España. De esta primera época datan los monasterios de Huejotzingo y Calpan así como el de Tepoztlán y el de Coyoacán. El de Tepoztlán fue obra de Francisco Becerra, uno de los grandes arquitectos españoles que trabajaron en América, y que también trabajaría en las catedrales de Puebla, Lima y Cuzco. Primeras construcciones que cambiarían el destino de estas tierras haciendo crecer sus ciudades y cambiando su fisonomía a medida que se levantaban nuevos monasterios, catedrales y casas, algunas financiadas por adineradas familias españolas en poblaciones como México, Querétaro, Puebla o Zacatecas entre otras.
Este cambio y rápido florecimiento de Nueva España no sólo se dará en la arquitectura sino que abarcará otros ámbitos tales como la poesía, la música, la pintura y la escultura y la arquitectura surgieron grandes personalidades. Destacan Sor Juana Inés de la Cruz, quien fue una gran poetisa, Carlos de Sigüenza y Góngora, astrónomo, matemático, historiador y poeta. En el teatro Juan Ruiz de Alarcón, coleccionista de antigüedades y códices, y un grupo de historiadores mestizos, hijos de familias nobles indígenas, quienes escribieron en español, basándose en documentos heredados de sus antepasados. Fernando de Alva Ixtlixóchitl, Diego Muñoz Camargo y Juan Bautista Pomar. Los músicos Antonio Sarrier, autor de varias piezas en tres movimientos a las que llamó oberturas, que culminaban con lo que en cuestión musical fue la vanguardia de la época: una fuga. Juan Matías, de origen indígena, compositor y maestro de capilla en la sede diocesana se Oaxaca y autor de un Tratado de Armonía. Antonio de Salazar, maestro de capilla de la Catedral de México.

Méjico Precolombino

El mestizaje estaba en marcha e iría cobrando fuerza y visualizándose en el enriquecimiento formal de las obras, demostración de la riqueza y de la opulencia criolla, cobrando cada vez más importancia las aportaciones indígenas, primero mediante su trabajo como ayudantes de sus maestros y luego creando sus propias obras arquitectónicas resolviendo los problemas de forma y color con imaginación y exuberancia, así surge la voluntaria alteración en las proporciones de los elementos arquitectónicos; la multiplicación y realce de las formas en los arcos, la incorporación en los frontones de abundantes, irregulares y realzadas molduras. La columna se convierte en pilastra exuberantemente ornamentada; se decoran todos los entrepaños; las líneas se rompen hasta el infinito, y la talla y la escultura se convierten en elementos decorativos definitorios de la fábrica de los edificios.
Las artes plásticas seguirán una evolución paralela ya que si bien los primeros artistas que destacan en México son europeos: Peyrens, Andrés de la Concha y Baltazar Echave. Con obras de marcada tendencia religiosa al igual que en la metrópoli. Los primeros pintores netamente mexicanos serán hijos de los anteriores y, como ellos, pintarán temas religiosos, aunque Velasco, Villalpando y Correa, incluirán un nuevo elemento, el carácter simbólico. Y así podría continuar, pero tal vez es mejor avanzar en el tiempo y en ese cordón umbilical entre España y México que se ha mantenido de forma constante en el tiempo, aunque no sin ciertos recelos y complicaciones.
La aportación española continuará aún después de la independencia Mexicana mediante sucesivas oleadas de emigrantes, en principio los liberales que saldrían de España huyendo del absolutismo fernandino en 1820, después las sucesivas oleadas de exiliados carlistas. Pelegrín Clavé, Zamacois, Telesforo Garcia, José Zorrilla, son sólo algunos de los nombres de profesores e intelectuales que abandonarán España para instalarse en tierras Mexicanas. No sin cierta posiciones en contra ante su llegada, ya que aunque la generosidad del gobierno de Cárdenas nos haga creer que estos hechos fueron maravillosos, la realidad es que se levantaron voces opositoras, bien por motivos económicos, bien por oportunidad política. Así el diario El Universal se decantaba por la oposición a la acogida así como la Confederación de Cámaras de Comercio e Industria por razones bastante demagógicas y no muy diferentes de las que hoy esgrimen ciertos sectores contra la emigración. Así que no todo fueron rosas pero esa aportación continuaría a pesar de los debates demagógicos y oportunistas de quienes intentaban cargar culpas reales o inventadas sobre España y los españoles, conocidos como gachupines. Aunque todo lo expresado anteriormente se verá modificado, en cierta medida, por el exilio republicano que creará un choque de los posicionamientos arcaicamente decimonónicos. Y es que a mi forma de ver México aún tiene que superar un debate interno, un debate sin resolver, y es saber quienes son, ya que ni son únicamente hijos de la colonización española ni descendientes de los pueblos precolombinos, sino que son la suma de ambos. Y en medio de este debate España ni es la oprobiosa conquistadora que destruyó el supuesto Paraíso ni tampoco el modelo en el que un México actualmente soberano deba mirarse, sino una realidad independiente producto de la suma de dos culturas.
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"Entre los muchos que ya no viven, un gran número de ellos honró nuestro suelo con sus restos mortales. Recuerdo con fervor y rindo mi tributo a Luis Buñuel, Rodolfo Halffter, Remedios Varo, Roberto Fernández Balbuena, quien junto con Sánchez Cantón, Alberti, Renau y Ceferino Colinas, salvó los tesoros del Museo del Prado, transportando sus colecciones a Ginebra, bajo el fuego de bombardeos aéreos, en un enorme convoy formado por más de treinta inmensos camiones, episodio heroico que yo presencié en Valencia en 1937. La lista es larga: los doctores Pedro Bosch Gimpera, el oftalmólogo Manuel Márquez, Enrique Díez - Canedo, Joaquín Xirau, José Giral, José Puche, Juan Comas, los entomólogos Ignacio y Cándido Bolívar, José Gaos, Adolfo Salazar, el economista Antonio Sacristán, Pí Suñer, Bernardo Giner de los Ríos, Max Aub, Emilio Prados, Eduardo Ugarte, Pedro Garfias, Luis Recaséns Siches, Eugenio Imaz, Alardo Prats, Agustí Bartra, Juan Rejano, León Felipe, Ceferino e Isabel Palencia, Ricardo Vinós, Rubén Landa, Margarita Nelken, Adrián Vilalta, Concha Méndez, Demófilo De Buen, Mariano Ruiz-Funes, el general José Miaja, el defensor de Madrid, a quien conocí en aquella heroica capital en 1937, Enrique F. Gual -que fue director de este museo-, Otto Mayer Serra, los sacerdotes católicos José Ertze Garamendi y José Manuel Gallegos Rocafull, Juan Naves, en fin, tantas y tantas grandes figuras a quienes tuve el honor de tratar y con muchas de las cuales trabajé estrechamente y las recuerdo con veneración, sobre todo a Juan Larrea y a José Bergamín, quienes murieron lejos de México, pero que hicieron tanto por él."

Texto de Fernando Gamboa para la presentación de la exposición presentada por el Ateneo español de México

“Obra plástica del exilio español en México 1939/1989”.

Bajo el patrocinio del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes, el Departamento del Distrito Federal y la Embajada de España en México