Asignaturas Pendientes

Yo no sé muchas cosas, es verdad-
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
Y sé todos los cuentos.

Que todos fuésemos, en muchos modos, sentidos, manifestaciones, niveles, nueva España: de aquí para allá, de allá para acá.
Pensaba en el mestizaje y en la capacidad de adquirir, y de darse, que pudiera venir, qué importa en realidad, de la raíz indígena,, o de la raíz ardiente, del agua de, digamos, Extremadura. O no, de la fusión-encuentro de razas, colores, perspectivas, expectativas.
Esas que han seguido hasta ahora, cada una su tránsito, su cauce natural, su lecho húmedo, su afluente natural, su cauda.
Vasos comunicantes, principios de caminos, obras enteras, y eternas, están en el espíritu de los españoles, hacedores y creadores, conquistadores, otorgadores de libertad, representantes del más alto y del más bajo espíritu humano, siempre en bien de otros, siempre con la nece(si)dad de otorgar al hombre maravillas y, sobre todo, armas, utensilios, herramientas, para abrirse paso en la adversidad agreste o en la más lúcida, plácida, piedra multicolor de la vida.

Y siguió como muchas más. Pensaba en el lejano ’77 y en uno de los mayores éxitos de la transición (casi cuando 33 años después, supimos, y hemos visto, uno de los mayores éxitos del 2009, la inmejorable Celda 211 y su estremecedora Malamadre) y en lo que pensaba, por ejemplo, un espectador de entonces, sobre el ya no tan nuevo cine mexicano de entonces, el que siguió a las películas de aliento y tantos garbanzos de a libra de la época, cuando uno pensaba que, con todo y todo, en España se había, de algún modo, superar la ñoñez y la edulcorada visión de la dictadura en tecnicolor y sainetes que acompañaron aquellos largos años entre la República destruida y la monarquía restaurada. Siguieron años donde llegamos a conocer a Gutiérrez Aragón (El corazón del bosque, por ejemplo, con ese relámpago que nos revelara Luis Buñuel, dos años antes como la mitad del Oscuro Objeto de mil y un deseos. Ángela Molina). Así muchos, como el despatarrado y desmedido primer Alex de la Iglesia (¿hay otro?).

La misma España del polémico magistrado Garzón , que ha buscado bañar las costras de las dictaduras costrenses del viejo mundo, que han apagado tantas voces, tantas manos, tantas delicadas piezas de relojería (Lorca, Jara, qué se yo) y tantos recios, curtidos, anónimos que han contribuido con su piedra y su lanza, a despertar, y a espantar, al Goliat de las maravillas del mal fario y la malísima entraña, que hay mucho en la viña del señor.

O, una lluvia de ideas y construcciones refrescantes, a partir de una sugerencia casi al vuelo, del principal oficiante de esta celebración legítima (el inefable, va de nuevo, Champignon de Nuevo León): “No sé cómo se llama –decía--, pero en Barcelona hay un edificio así medio extraño… muy moderno… en Bilbao creo que hay un museo Guggenheim”. Era un acicate. A partir de la referencia del buen PJ sobre los hacedores de la imagen urbana de las villas de la alguna vez Nueva España, llegué también a la realidad de un Rafael Moneo, autor del centro cultural y auditorio del Kursaal (1990-1000), en San Sebastián, que se ha convertido en un icono de la ciudad.
Esto es, la alusión, la recuperación, de un quehacer en un espíritu de grandes constructores y sobre todo, hacedores de imágenes (y realidades) urbanas en las que la convivencia humana es prioridad y fuente fundamental de más vida. Así, los arquitectos del destino de muchos, son un punto nodal (“la crisis del movimiento moderno –en arquitectura—fue vivida en España de manera simultánea a la recuperación de la democracia”, cf. en la masificación inevitable de la vida moderna. Pero con estilo. Y armas, de tinta y concreto, de sudor y hormigón.
Debe reconocerse, en primera instancia, la generosidad hacia quienes, de fuera han venido a contribuir con la reformulación del paisaje urbano. Lo mismo en Bilbao, con el Museo Guggenheim, obra del canadiense Frank O. Gehry, inaugurado en 1997. O la torre Agbar, en Barcelona, o la ampliación del Museo Reina Sofia, en Madrid, obra del francés Jean Nouvel, premio Pritzker 2008.
En España había, al parecer, en 1970 había poco más de tres mil arquitectos, en la actualidad, hay 5158 arquitectos colegiados según el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE). Hoy, arquitectos españoles diseñan el primer hotel espacial.
Recordar, nada menos, La Ciudad de las Artes de Valencia, obra del Premio Nacional de Arquitectura, Santiago Calatrava.

Camino mismo dijo que los poetas no tienen biografía, sino destino. Un destino que se abrió paso, primero en España. Y luego, terminó, hablando todo lo alto que le permitía su voz, en México, en 1968, año difícil si los hay, pero que para él no era más que una estación más, florida y lluviosa, calma y fría. Felipe Camino Galicia de la Rosa. Sus Versos y Oraciones de Caminante fueron trazados en su tierra natal (1929). Pero sus últimos versos florecieron, vieron la luz en tierra fértil, si las hay, para la palabra: Oh, Este Viejo y Roto Violín, por ejemplo, cerraría el camino de, como dicen, un poeta a caballo entre la Generación del 98 y la del 27. Aquí quedó su voz. Recuerdo aún aquella potente letanía de Ofelia Guilmáin, dando eco, por la televisión a los versos aquellos de ¿Porqué habla tan alto el español?. La dulzura, de, por ejemplo, Romero Solo: “Poetas, nunca cantemos la vida de un solo pueblo, ni la voz de un solo huerto…” Un disco perdido, un LP, de 1970 con Aguaviva, Cada Vez Más Cerca, me recuerda aquello de “Yo no sé muchas cosas, es verdad, digo tan sólo lo que he visto...” Y no hemos visto nada, al parecer.

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Tu amigo......

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Fritzio